La vida se compone de elecciones que vamos tomando, o bien con un sí o un no, con un atrevimiento a dar un salto o con cautela para no equivocarnos… pero que el hombre es un ser que elige es algo obvio. Elegimos presidente del gobierno, elegimos instituto y universidad, elegimos ciencias o letras, elegimos dulce o salado… somos los únicos animales que aún no somos del todo, sino que tenemos la posibilidad de elegir, de hacer un proyecto, de elaborar un plan de futuro.

Esta capacidad de elección nos convierte en elegantes, en inteligentes; cuya raíz latina es similar: el que sabe elegir. Por ello se habla del hombre como ser superior, es capaz de elegir entre sus impulsos más instintivos o sus fantasías y pensamientos más racionales. Esto es lo que ha provocado en todo el pensamiento admiración por el hombre.

Pero, paremos un momento, porque esto suena genial así, sobre el papel; pero no es tan fácil, pues nos hace también responsables de nuestra vida, de nuestras elecciones. Si eliges hacer el bien, eres responsable del bien que creas, y si haces el mal también lo eres, aunque con un resultado bastante distinto.

En el Discurso sobre la dignidad del hombre, de Pico della Mirandola, tenemos esto de lo que hablamos: “Ni celeste, ni terrestre te hicimos, ni mortal ni inmortal, para que tú mismo como modelador y escultor propio, más a tu gusto y honra te forjes la forma que prefieras para ti”. Se nos anima en él a esculpirnos a nosotros mismos, a ser nuestro escultor y escultura al mismo tiempo.

Toda esta tradición viene de largo, en concreto desde aquél individuo que atormentaba a la Atenas del S. V a.C. y que fue condenado a la pena de muerte. Sí, hablamos de nuestro amigo Sócrates, que quedó maravillado por la inscripción grabada en la entrada del oráculo de Delfos: Conócete a ti mismo.

Tanto le maravilló la frase que, desde entonces, salió pocas veces del recinto de la ciudad, pues árboles y piedras poco tenían por enseñar, cosa que no ocurría con el caso humano. Por ello supone un giro total dentro del pensamiento y su objeto de estudio, centrándose en el hombre, y dejando a los anteriores pensadores en la categoría de “presocráticos”.

Pero no hemos venido a hablar ni de Sócrates, ni de Pico, ni siquiera de Ortega, con cuyos postulados he iniciado el artículo. Hemos venido a hablar de ti y a darte ánimos en tu nueva etapa vital, y a ir calentando motores para los que venís detrás y que aún lo veis lejano, pero que tarda menos en llegar de lo que parece.

Ahora que eliges tu vida, conócete. Aprende cuáles son tus límites, cuál es tu alcance, y, a partir de ahí, construye, edifica tu vida. No hay mejores carreras, ni serás peor ni mejor por ser de ciencias o letras, ni por ir a una de esas universidades “mejores” o “peores” vas a lograr ser mejor. Todo queda en ti, en ti que sales ahora del nido y pones tus alas a punto para el vuelo. Todo está en conocerte cada vez más, y disfrutar de lo más fascinante que probablemente vas a encontrar en tu vida: tú mismo.

Por lo demás, permíteme terminar con los últimos párrafos de Palabras para Julia, de J.A. Goytisolo, que dejan también ese regusto dulce y amargo al mismo tiempo que se tiene al hacer un nuevo proyecto.

“Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.
La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.
Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.
Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.
Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.”

Nuestro agradecimiento al autor de este artículo: Victor Ballesteros Sánchez-Molina. Os invitamos a seguirlo en Twitter @VictorBs_M

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